Se atusó los restos del bigote,
ajustó su eterna pajarita y disimuló la camisa mal zurcida bajo la vieja
chaqueta de lana con dignidad. Enredado en sus propios pasos llegó tarde al
taller de manualidades. Discutió con dos compañeros por los últimos trozos de
cartulina plateada. Le llevó horas recortar tres estrellas con las tijeras
escolares que temblaban sin remedio entre sus dedos arrugados. Perdió su
orgullo y su estilográfica suplicando
al celador una última visita. En la capilla del asilo se consumían las velas
mientras prendía las estrellas en el pelo de su amada. Era un hombre de
palabra. Se conocieron hacía un mes, en la cola de las pastillas azules. Justo
ayer, le había prometido un paseo bajo las estrellas.

Qué hermoso y tierno este amor de jóvenes mayores. Aparte de todo lo bonito que transmites, no dejo escapar ese detalle cruel (por ser la triste realidad de los desalmados) de esa estilográfica que sirve de soborno. Venga, que tengas suerte en la selección.
ResponderEliminarBuen retorno. Es muy interesante ese recorrido que va de los preparativos a las estrellas, tan arduo como fiel a la palabra dada.
ResponderEliminarParece que la cola de las pastillas azules fue inspiradora, jeje.
Abrazos
Hola Mònica. Sabes que estoy muy contento de tu vuelta... sigue en la brecha, aunque a veces sea difícil.
ResponderEliminarY mañana a la radio con Mar Horno!!!
Muy hermoso Mònica.
ResponderEliminarMónica, has vuelto, como el ave Fenix,con un texto precioso, lleno de vida y de muerte.De ocaso lleno de estrellas, de palabras dadas que superan el horizonte de la vida. Texto perfecto para ese entrañable concurso. Suerte y no pares.
ResponderEliminarAy!! Qué bueno ver luz en tu casa, Mónica. Y además con esta delicia. Ese abuelo es para comérselo. ¡¡No tienes ningún derecho a privarnos de estas cosas, niña!!! Que no vuelva a ocurrir. Estás perdonada. Y ahora: que sepas que tu propuesta dará quebradero al jurado.
ResponderEliminarUn abrazo, bastante largo, como cuando llegas de un largo viaje o así.
Te leí en Esta noche te cuento y me pareció precioso. Ya llevo un rato leyéndote, genial.
ResponderEliminarMe alegra conocerte, besos
¡Qué alegría volver a leerte, Mónica! ¡Nos tenías abandonados! Créeme cuando te digo que te hemos echado mucho de menos.
ResponderEliminarEste es un micro tan intenso como conmovedor, tan duro como tierno, tan triste como bueno. Abordas dos temas eternos y los enhebras con una respiración narrativa que contagia al lector y se le queda pegada al ritmo del corazón.
Un trabajo excelente. ¡Qué gusto volver a leerte!
Un abrazo,
Habemus por fin, y con un relato maravilloso. Esas tres estrellas recortadas se me han quedado a mí en el corazón. El micro destila ternura, delicadeza, soledad, tristeza, amor, siempre amor, por encima de todo, incluso de la muerte.
ResponderEliminarUn besazo, me encantó saludarte el otro día en Radio Barberà, pero me quedé con ganas de más.
Vengo de allí, y me ha gustado tu pequeño cuento. Ya era seguidora tuya, pero las prisas o quién sabe qué ...me hizo perderte la pista. Ahora te vuelvo a enganchar en mis palabras, esperando leer y disfrutar contigo.
ResponderEliminarUn abrazo Mónica.
La verdad es que se te echaba de menos por el mundo de los micros breves, y no ha estado mal el comienzo. Ahora me sentaré a esperar la próxima joya mientras observo como corre el segundero.
ResponderEliminarUna perta.
Aunque te haces mucho desear, cada vez que apareces lo haces con joyas como esta. Me encanta pasar por aquí.
ResponderEliminarUn saludo desde mi pinar.
Eres una genio. Qué rico!!!
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